martes, 4 de diciembre de 2007


CONTROL DE LOS ATAQUES DEL LOBO AL GANADO POR MEDIOS INCRUENTOS


Introducción

Después de la falta de relevo generacional, los ataques del lobo al ganado son considerados por los ganaderos asturianos afectados como la causa principal del abandono de la actividad pastoril. De todos es sabido que uno de los principales conflictos que enfrentan a ganaderos y conservacionistas es el de la conservación del lobo. ¿Lobos en todos los lugares que sean capaces de recolonizar espontáneamente? ¿Lobo en ningún lugar que pueda causar daños a las ganaderías más próximas a su hábitat –lo que supone casi la totalidad de su área de distribución en Europa Occidental-? ¿Lobo controlado mediante batidas y sólo en Parques Nacionales o Naturales específicos? Lo que está claro es que resulta imposible tomar una medida que no cause una reacción extrema en, al menos, una parte significativa de alguno de los dos colectivos mencionados anteriormente. Cada lobo que se mata en una batida causa la reacción inmediata de algún grupo conservacionista. Cada lobo que no se mata causa un enorme descontento en la mayoría de los ganaderos afectados. Las soluciones a medias, más que tener a todos satisfechos, disgustan a todos. ¿Sería posible desarrollar un mecanismo de control del lobo que satisfaga a todos? ¿Se pueden hacer compatibles ambas voluntades?

Los ganaderos no desean el exterminio del lobo en sí, sino dejar de perder animales. El alcance mítico del problema desaparecerá en cuanto se consiga un sistema mediante el cual el lobo no mate al ganado. Por otro lado, la mayoría de la sociedad en general, y los conservacionistas en particular, quieren que se respete el derecho de los lobos a vivir libremente en aquellos ecosistemas que sean capaces de acogerlos.

Los ganaderos no pueden ya volver a los regímenes pastoriles que permitían un control exhaustivo del ganado cuando éste estaba en el monte. Esto implicaba la estancia de los pastores en el monte con el ganado durante el verano; además, las cabañas eran discretas en cuanto al número de reses, lo que facilitaba su control.

En los lugares donde el lobo ha estado ausente, aunque fuera durante sólo diez o quince años, los ganaderos han perdido la costumbre de convivir con él, han dejado de utilizar algunas técnicas tradicionales –como el uso de perros adecuados- y reaccionan de manera más furibunda que otros en contra de la presencia del predador. En áreas con abundante caza, los daños se minimizan. La combinación de escasez de presas naturales con una presencia de ganado abundante más una falta de costumbre de convivir con el lobo es, pues, la peor situación posible, tanto en los daños que causa el predador como en la reacción de los lugareños a los ataques.

Medidas paliativas “clásicas”

Existen una serie de medidas clásicas desarrolladas total o parcialmente en distintas áreas de Europa y EE.UU para intentar compatibilizar la presencia de lobos con el buen desarrollo de la ganadería local:

  1. Reintroducción de presas naturales y mejora de su hábitat en áreas donde aquéllas hayan desaparecido o mermado significativamente.
  2. Recuperación del uso de perros adecuados y bien adiestrados.
  3. Establecimiento de políticas de compensación económica por pérdidas de ganado.
  4. Aislar con cercas electrificadas las áreas de peligro de ataques más próximas a los pueblos.
  5. Batidas controladas.


Estas medidas no son consideradas plenamente en Asturias en la actualidad. Por lo que sabemos, no se barajan medidas de actuación que no sean las compensaciones económicas a los ganaderos y las batidas controladas; y aun estas no se realizan de la mejor manera. Una buena política de compensaciones puede paliar en gran medida el problema, siempre y cuando se pagara generosa e instantáneamente al ganadero. Pero esto no ocurre; lo más frecuente es recuperar tarde, mal o nunca el valor estipulado, aunque para la campaña de 2007 la administración parece haberse comprometido en pagar en los quince días posteriores a la constatación del siniestro. Es cierto que algunos seguros agrarios, privados y subvencionados, también pueden cubrir los ataques del lobo al ganado, y que suelen pagar mejor y con más premura, pero en ambos casos pasa por encontrar los restos del animal para verificar que el ataque ha sido por nuestro mayor cánido salvaje. Encontrar una res muerta en un espacio de montaña amplio puede resultar laborioso, y en la era del “time is money” eso no se le pondera al ganadero como gasto adicional, aprovechando que, normalmente, a los ganaderos no se les ocurre exigirlo por no tener aún esa mentalidad. Después, hay que volver a subir al monte, por lo menos, una vez más, para que el técnico o los técnicos de turno verifiquen la muerte y sus causas. Antes o después, una o dos colas en las oficinas de rigor, y algunos impresos burocráticos –más cansinos en ocasiones que subir al monte-. Con todo ello, quizá te permitan un día cobrar algo en compensación por las pérdidas. Tenemos constancia de ganaderos que, perdiendo alguna res a causa del lobo, no han reclamado sus derechos por el simple hecho de lo farragoso que les resultan todos estos trámites. También existe la posibilidad de perder ganado en el monte y no encontrar sus restos, perdiendo por lo tanto el derecho a recibir ninguna compensación, ni pública ni privada.

Se debe pagar generosa y puntualmente, persiguiendo y castigando duramente un posible fraude o trampa a posteriori. Incluso deberían pagarse compensaciones económicas en aquellos casos en que se dudara de la autoría de las muertes, o cuando no se localicen los restos de todo el ganado pero haya indicios de que pudiera ser el lobo el causante de la desaparición de los animales. En las encuestas que hemos realizado entre los ganaderos, éstos se manifiestan favorables a que se sancione duramente a las personas que intenten engañar a la administración. Se pueden coordinar también las gestiones con seguros privados, para agilizar los trámites a los afectados. Pero hay que considerar que el ganadero no pierde sólo el valor económico de sus animales y un tiempo extra en cumplir con los trámites descritos. Pierden a Gallarda, a Roxa o a Pin. Cuando el ataque es masivo, pierden el control de los nacimientos de ese año, el equilibrio de su cabaña, las trabajadas genealogías de cada estirpe...Se deben considerar también las otras líneas de trabajo mencionadas en nuestra comunidad: recuperación de la fauna local para proporcionar presas silvestres a los cánidos, potenciar –tal y como está haciendo la Xunta de Galicia- el uso de perros adiestrados y subvencionar cierres adecuados donde sea razonable hacerlo. Pero además de promover la optimización de una combinación de todas estas medidas que podríamos denominar como “clásicas”, deberíamos desarrollar nuevas líneas de trabajo, alguna de las cuales está siendo explorada por el FAR (Foro Asturiano para el Conocimiento y Desarrollo del Medio Rural).

Medidas novedosas

Al buen desarrollo y optimización de estas medidas “clásicas” , podrían añadirse otras nuevas e imaginativas, basadas en las nuevas tecnologías. No deja de resultar extraño que, cincuenta años más tarde de que el hombre haya pisado la Luna, éste no sea capaz de pergeñar un sistema para evitar o minimizar los ataques del lobo al ganado. Sencillamente, no es un tema que haya interesado lo suficiente.

Las primeras propuestas en este sentido que estamos desarrollando son dos:

-Análisis de sustancias que resultan indigestas o repugnantes al lobo.

-Desarrollo de un emisor de frecuencias que ahuyente o disuada al lobo de acercarse a los rebaños.

Sustancias. Ha habido alguna experiencia en la administración de sustancias al ganado ovino de manera que proporcionen a su carne un sabor desagradable a los lobos. Parece que los cánidos asocian rápidamente el sabor repudiado con la especie de ganado tratada, evitándola en ataques posteriores. A través de Sally Huband, una compañera bióloga inglesa establecida en Escocia adscrita al FAR, estamos intentando recabar información a este respecto. En Escocia existe un avanzado plan de reintroducción del lobo, extinguido desde el siglo XVIII, y tenemos algún dato que indica que piensan introducir con él alguna técnica que pueda paliar futuros daños.

Emisor ultrasónico. Eugenio Sillero, ingeniero de telecomunicaciones adscrito al FAR, ha diseñado un mecanismo que emite señales auditivas que pueden ser molestas a los lobos pero no al ganado ovino ni caprino. La dificultad estriba en conseguir que no molesten al propio ganado, pues la gama de frecuencias a la que son sensibles es similar. Se debe limitar el circuito oscilador para que barra las frecuencias sensibles para los lobos y que sean inocuas no sólo para los humanos –algo fácil que ya se encuentra en el mercado-. Basado en los ahuyentadores comerciales, que han demostrado un buen resultado (se ha estudiado su eficacia a través de foros de usuarios de estos productos comerciales). El problema está en que los equipos comerciales no son muy selectivos, pues únicamente buscan que el sonido emitido no perturbe a los seres humanos. En estos momentos se está buscando información de los rangos auditivos de distintas especies de ganado para escoger los osciladores que han de incorporarse al mecanismo. Los aparatos que se venden operan desde 20 KHz hasta unos 25 KHz aproximadamente. Este rango afecta a casi todos los animales comunes, menos a los humanos. Los seres humanos oímos desde 20Hz hasta 20 KHz, mientras que casi todo el resto de mamíferos son capaces de oír entre los 20 Hz y los 25 KHz. Buscando información sobre el espectro auditivo de varios animales hemos topado con un artículo interesante de la universidad de Lousiana que dice que la frecuencia de corte para el aparato auditivo de la mayoría de los animales de granja está en torno a los 30 KHz. Para el caso del perro, la cola de la respuesta auditiva llega hasta más de 40 KHz y para el lobo es incluso más amplia (algunos investigadores opinan que llega hasta los 80 kHz, pero no creemos que sea significativa a más de 45 KHz). Por lo tanto habría que buscar un ahuyentador que cubra el rango de 30 - 45 KHz.

Se está estudiando la posibilidad de montar un dispositivo con potencia suficiente en ese rango. El problema de la potencia de salida es que las cápsulas de ultrasonidos comerciales no llegan tan arriba (normalmente se venden las que se usan en los coches, en los sistemas de detección de bordillo para estacionamiento asistido).


El Mazucu, valle de Caldueñu (Llanes). Paisaje Protegido del Cuera. Foto: Oscar Prada

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